lunes, 12 de julio de 2010

ESCUDO DE LA ORDEN CARMELITA

Para mis queridos alumnos que deseen conocer más sobre el Escapulario de la Virgen del Carmen.
Prof. Mónica Valera

La representación del escudo carmelita aparece por primera vez hacia finales del siglo XV, en el 1499, en la cubierta de un libro sobre la vida de San Alberto, carmelita. Allí el símbolo gráfico aparece bajo la forma de un "vexillum" (enseña, estandarte, bandera), que luego fue modificándose en los detalles con el correr de los tiempos, hasta asumir la actual forma de escudo heráldico. No ha existido nunca una explicación oficial del mismo, aunque sí ha tenido varias interpretaciones. Aquí, a continuación, exponemos la interpretación que nos parece más adecuada a tenor de los últimos documentos de la Orden.
En el escudo elegido por nosotros encontramos cinco elementos:

Una montaña
Una montaña estilizada de color marrón, con las laderas redondeadas, y cuya cima se proyecta hacia el cielo. Se refiere al Monte Carmelo, lugar de origen de la Orden del Carmen. El Monte Carmelo se encuentra en Haifa en Israel. En el siglo noveno antes de Cristo, vivió aquí el profeta Elías. En el mismo lugar, a finales del siglo doce después de Cristo, algunos eremitas, inspirados en el profeta Elías se agruparon "para vivir en obsequio de Jesucristo" (Regla Carmelita n. 2).

Tres estrellas
Tres estrellas de seis puntas, de las cuáles, una es de plata en el centro de la montaña y las otras de oro dispuestas simétricamente en el cielo de color blanco, a la derecha e izquierda de las laderas de la montaña. La estrella inferior representa a los carmelitas todavía en camino hacia la cima del Monte Carmelo, mientras las otras dos estrellas superiores representan a los Carmelitas que han terminado su peregrinación y "han culminado la santa montaña" (Misal Carmelita, 1980, Colecta de la Misa Solemne de la B. Virgen María del Monte Carmelo).

Una corona
La corona de oro representa el Reino de Dios. Él es el Soberano supremo del Carmelo. En efecto, los Carmelitas tratan de "servirle fielmente con corazón puro y buena conciencia" (Regla Carmelita n. 2) y tienen por vocación "implantar y robustecer en las almas el reino de Cristo y extenderlo por el ancho mundo" (Constituciones O.Carm., n. 5 ). Para cumplir este servicio a Dios los Carmelitas se inspiran en las figuras del profeta Elías y de la Virgen María (cf. Constituciones O.Carm., n. 25).

Un brazo con una espada de fuego y una banda con una cita bíblica
El origen eliano de la Orden está simbolizado con el brazo de Elías, teniendo una espada de fuego, y una banda con una inscripción en latín: "Zelo zelatus sum pro Domino Deo exercituum" (Ardo de celo por el Señor Dios de los ejércitos [1 Re 19,10]). El brazo y la espada muestran, también ellos, la pasión ardiente de Elías por el Absoluto de Dios, cuya "palabra ardía como antorcha" (Sir 48,1). Para los Carmelitas "Elías es el profeta solitario que cultiva la sed del único Dios y vive en su presencia" (Constituciones O.Carm., n. 26). Como él, ellos llevan "la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios" (Regla Carmelita n. 19).

Doce estrellas
La índole mariana de la Orden está simbolizada en las doce estrellas que recuerdan la aparición de "una mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies y en su cabeza una corona de doce estrellas" (Apoc 12,1). En la Virgen María, Madre de Dios, "los Carmelitas encuentran la imagen perfecta de todo aquello que desean y esperan ser". Para ellos María es Patrona, Madre y Hermana (cf. Constituciones O.Carm. n. 27) y ellos son "los hermanos de la Beata Virgen María del Monte Carmelo" (Constituciones O.Carm., n. 6).



Símbolos añadidos
En varias Provincias de la Orden, ya desde el siglo XVII, se le adjunta al escudo una cruz en el vértice de la montaña: por ejemplo en la Provincia de Castilla en España (y los Carmelitas Descalzos desde el siglo XVII). La Provincia de Sicilia colocaba la cruz de la Tierra Santa. Otras veces se encuentra a los lados de la montaña un lirio y una palma, símbolos que representan a San Alberto de Trápani y a San Ángelo Mártir, los primeros dos santos de la Orden del Carmen.
Cuando tratamos de seguir a Jesucristo, nosotros los Carmelitas encontramos nuestra inspiración en la vida del Profeta Elías y de la Virgen María.
El Profeta Elías
La memoria de Elías se guardó siempre viva de modo particular en el Monte Carmelo, donde se eligió seguir al Dios de Israel. Según el relato, Primer libro de los Reyes, capítulo 18, el sacrificio de Elías, consumado por el fuego que descendió del cielo, mostró al pueblo que Yavé era el verdadero Dios.
Elías estuvo disponible para la obra de Dios y enviado a proclamar su palabra. Emprendió un largo viaje por el desierto, un viaje que lo dejó exánime. Se cobijó bajo un árbol y pidió la muerte. Pero Dios no permitió su muerte, sino que lo impulsó a continuar su viaje hasta el monte Horeb. Cuando llegó, Dios se mostró a Elías, no en los consabidos signos del antiguo testamento: fuego, terremoto o del fuerte viento, sino en una ligera brisa. Elías fue enviado nuevamente a su pueblo para continuar cumpliendo la voluntad de Dios.
De Elías, los Carmelitas aprenden a oír la voz de Dios en el silencio y en lo imprevisible. Intentan estar siempre disponibles a la Palabra de Dios para conformar la mente y el corazón de manera que el modo de vivir y trabajar sea profético y fiel a la memoria de nuestro Padre Elías.
La Bienaventurada Virgen María
Los primeros ermitaños del Carmelo construyeron en medio de sus celdas una capilla. Fue el centro de sus vidas, en donde cada día se reunían para celebrar juntos la Santa Misa. Esta capilla se la dedicaron a la Bienaventurada Virgen María. Con este gesto el primer grupo de Carmelitas la escogió como Patrona, comprometiéndose a su fiel servicio y esperando de ella confiadamente su protección. Estaban orgullosos de llevar el título de "Hermanos de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo" y defendieron este título con energía, cuando vieron amenazado el derecho a llevar este nombre.
María acató la voluntad de Dios cuando se le pidió ser la Madre del Salvador. Ella meditó todos los acontecimientos de su vida y fue capaz de ver en ellos la mano de Dios en acción. María no se ensoberbeció por su especialísima vocación, sino alabó al Señor por haber mirado su humildad y haber hecho grandes cosas en Ella. Estuvo con Jesús al comienzo de su ministerio público cuando, en las bodas de Caná, le informó de la precaria situación: "No tienen vino". María lo asistió en su muerte en la cruz y allí se convierte en Madre de todos los creyentes. Al principio de las Actas de los Apóstoles encontramos a María en el Cenáculo, junto con los otros discípulos, orando y esperando la llegada del Espíritu Santo. Para todo carmelita, María está siempre en su propia vida, guiándolo y protegiéndolo en su obsequio a Jesucristo.
Por muchos siglos el Escapulario del Carmen ha sintetizado en su significado la relación de los Carmelitas con la Virgen María. El Escapulario constituye una parte del hábito tradicional vestido por los religiosos. Llevar puesto el Escapulario es una señal de consagración a María, la Madre de Dios, y es un símbolo que invita a revestirse de las virtudes de María y aceptar su protección. En la Virgen María los Carmelitas encuentran la imagen perfecta de todo lo que ellos esperan: entrar en una relación íntima con Cristo, estar totalmente abiertos a la voluntad de Dios y dejar que sus vidas sean transformadas por la Palabra de Dios. Los Carmelitas han considerado siempre a María la Patrona de la Orden, de la que se pregona que es Madre y Hermosura. Los Carmelitas viven en intimidad espiritual con ella, de modo que puedan aprender de ella a vivir como hijos de Dios.
Elías y María son las figuras inspiradoras para todos los Carmelitas. Tienen un papel importantísimo en la vida y en la espiritualidad de la Orden que se declara perteneciente a María y mira a Elías como a su Padre espiritual.

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